05 abril, 2006

Zubizuri

Para Otl Aicher, in memoriam.

¿Compraría usted un objeto bellísimo, poético e innovador pero que, en determinadas condiciones, pudiera entrañar riesgos para su salud? ¡Por supuesto que no!

El primer requisito de un objeto de uso es que funcione bien y que no entrañe ningún peligro para sus usuarios potenciales. Es lo que todos damos por supuesto cuando nos planteamos adquirir un bien. Si se trata de una tostadora, confiamos en que todos los modelos existentes en el mercado serán al menos capaces de tostar varios tipos de pan de molde sin provocar un cortocircuito o un incendio en nuestra cocina; si hablamos de una grapadora de oficina, esperamos que sea capaz de unir varias hojas sin que produzca daños a nuestras manos ni a otros elementos del entorno; si, en definitiva, se trata de un automóvil, valoramos en gran medida los aspectos relativos a la seguridad tanto de los ocupantes como de terceras personas.

Pues bien, parece que este principio universal no se aplica a algunas obras de arquitectura. En la imagen, tomada en Bilbao el día 29 de marzo de 2006, podemos ver la pasarela Zubizuri, diseñada por el valenciano Santiago Calatrava e inaugurada en el año 1998. El cartel que aparece fijado a una de las barandillas del puente parece una broma de mal gusto; pero no lo es.

Calatrava había concebido la plataforma de su pasarela como un curvo gesto transparente, tensado y ligero. Desafortunadamente, Bilbao es una ciudad muy lluviosa, y la lluvia transforma las losetas de vidrio del puente en una verdadera pista de patinaje. Parece que el afamado arquitecto e ingeniero hubiera diseñado su pasarela para las cálidas y soleadas tierras del sur, pasando por alto uno de los más básicos y elementales principios de la construcción: la adecuación al entorno. Tal vez estas nimiedades no puedan perturbar el espíritu de los grandes creadores y debamos limitarnos a contemplar la pasarela como si fuera una obra de arte: luminosa, solitaria, perfectamente inmóvil, incorruptible, inútil.

Me cuentan además que, debido a movimientos diferenciales de la estructura, las losetas de vidrio se rompen con tanta facilidad que es difícil encontrar el tablero con todas sus losetas intactas. Los vidrios rotos, además de aumentar el riesgo de caídas, transmiten a los viandantes una desazonadora sensación de fragilidad e inseguridad. Sensación que se une a la conciencia del despilfarro que supone unos elevados costes de mantenimiento. La solución ofrecida para estos problemas por los técnicos implicados, en un alarde de responsabilidad social, ha sido la aplicación de una cobertura plástica no deslizante sobre las losetas. Desgraciadamente, parece que la adherencia de esta resina con el cristal es escasa, con lo que, en las zonas más transitadas, desaparece con facilidad. Resultado: El aspecto del pavimento es lamentable y no se mejora la seguridad.

Algunos ancianos que viven en las proximidades de la pasarela prefieren no utilizarla cuando cae la persistente y característa lluvia de Bilbao y maldicen el diseño moderno mientras dan un obligado rodeo por alguno de los dos puentes que lo flanquean. El cartel, además, supone de alguna manera trasladar el problema a los usuarios: "Si usted se cae en este bellísimo e innovador puente, será a causa de su torpeza, ¡que nosotros ya le hemos avisado!". Así los técnicos del Ayuntamiento de Bilbao y toda la Corporación Municipal se quedan tranquilos si alguien se rompe la crisma.

Por otro lado, en una ciudad con una afluencia de visitantes extranjeros nada despreciable y que se desea potenciar, parece increíble que el aviso esté sólamente escrito en euskera y en español. Un error de diseño tan absurdo como lamentable. La solución evidente: un icono.

Actualmente se encuentra en construcción la prolongación de la pasarela hacia "Isozaki Atea", el conjunto de siete edificios diseñados por el prestigioso arquitecto japonés Arata Isozaki. Aunque el encuentro entre ambas estructuras no parece en la actualidad muy elegante, esperemos que al menos en este tramo no se repitan errores pasados.

Zubizuri es una poética escultura, una parábola blanca, ligera y transparente... pero un caro y peligroso puente. En definitiva, un mal diseño.

1 comentario:

Anónimo dijo...

El genial diseñador Otl Aicher (1922-1991), autor de la imagen corporativa del Metro de Bilbao, no decía nada diferente: "Una silla para sentarse mal es una mala silla. Quizá colgándola de la pared, lugar al que propiamente no pertenece, pueda convertirse en una obra de arte, en un requisito psíquico. Buen diseño nunca lo será."

El mundo como proyecto. Ediciones Gustavo Gili, S.A. México, 1994