08 mayo, 2023

Calabazas antes del anochecer

¡Y esos niños en hilera,
llevando el sol de la tarde
en sus velitas de cera!...

¡De amarillo calabaza,
en el azul, cómo sube
la luna, sobre la plaza!

Antonio Machado.

Las calabazas han inspirado una enorme cantidad de narraciones y sueños a lo largo del tiempo. Hace muchos años, en aquellas míticas salas de cine de nuestra infancia, vimos a una humilde calabaza transformarse en la fabulosa carroza de Cenicienta. Pero, justo con la última campanada de medianoche, volvía a adoptar su forma original para frustrar el futuro feliz de los enamorados.

Dar calabazas a alguien significaba coloquialmente defraudar sus expectativas, sobre todo en el terreno amoroso, aunque más tarde se usó también para el suspenso académico en un examen, o para el fracaso en un concurso. La calabaza era, por ejemplo, uno de los premios que aparecían en la subasta final del programa de televisión «Un, dos, tres...» para desgracia de los concursantes, ya que suponía irse a casa sin nada, enterrando todas sus ilusiones. Sin embargo, el ilustrador José Luis Moro Escalona (1926-2015) transformó esta temida calabaza en una de las mascotas más recordadas y queridas de la historia de la televisión en España. El carácter jovial, ingenioso y alegre de la calabaza Ruperta conquistó a la audiencia televisiva de finales de los años 70, mientras las economías familiares se sumían en la espiral inflacionista de la crisis del petróleo.

Pero si por algo recordamos las calabazas es por su conexión con el otoño. Mucho antes de que Halloween llegara a todos los rincones del planeta, los niños transformaban en linternas las calabazas del huerto familiar durante la fiesta del solsticio de invierno. En la noche de los difuntos, o Samaín según la tradición celta, las calabazas se tallaban y se ponía dentro una vela para espantar a los malos espíritus en las noches cada vez más cortas del otoño.

Sin lugar a dudas, la calabaza es uno de los objetos liminales más cautivadores y significativos. Habitando en esa frontera compleja y ambigua que se abre entre dos mundos, las calabazas han dado alas a un buen número de diseñadores y artistas para concebir creaciones fascinantes. Tal vez las más reconocidas son las de Yayoi Kusama.

Las calabazas de esta artista japonesa nacida en 1929 se han convertido en un elemento imprescindible del arte contemporáneo, y han contribuido a convertirla en una de las artistas vivas más cotizadas del mundo. Kusama empezó a dibujar calabazas de niña en el Japón de preguerra, donde su familia tenía un vivero de calabazas kabocha. Desde entonces, las reconocibles calabazas punteadas de Kusama han aparecido en una enorme variedad de formatos. Para Kusama, las calabazas son motivos cálidos y humorísticos que, a veces, parecen figuras humanas. «Lo que más me atraía era la generosa falta de pretensiones de la calabaza», dijo la artista en una ocasión.

Mucho menos conocida es la serie de sillones Pumpkin, que el diseñador francés Pierre Paulin (1927-2009) creó en 1971 para los apartamentos privados de Claude y Georges Pompidou en el Palais de l'Elysée. El objetivo del presidente francés era impulsar la sufrida industria del diseño de la nación a finales de la década de 1960, y tenía la receta adecuada: una remodelación completa del apartamento presidencial diseñada por el joven talento francés.

Paulin cumplió y en poco tiempo los dignatarios extranjeros estaban admirando los muebles franceses del futuro. Formalmente, el sillón Pumpkin evocaba una calabaza gigante que ofrecía una envoltura cálida y acogedora. Sin embargo, su éxito comercial se hizo esperar. No ganó seguidores de culto hasta principios de la década de 2000, cuando el mundo de la moda francesa lo redescubrió en una galería de Nueva York. El propio Pierre Paulin democratizó su distribución en 2007, cuando diseñó una versión más fácil de producir para el fabricante francés Ligne Roset. Diez años más tarde, en 2017, los herederos de Paulin reeditaron los diseños, siguiendo las especificaciones originales y el requisito inicial de 'made in France'.

Las luminarias Calabash™ son otra de esas fascinantes creaciones inspiradas en las calabazas. Diseñadas en el año 2010 por Komplot Design para la firma danesa Fritz Hansen, las luminarias de suspensión Calabash™ se inspiran en la forma sencilla y armoniosa de la calabaza. Fabricadas en aluminio y acabadas en cromo o con revestimiento texturizado, evocan un equilibrio muy cuidado entre artesanía y tecnología. La combinación de formas cóncavas y convexas permite reflejar la habitación para manifestar una cautivadora calidad escultórica.

Un enfoque libre y experimental del proceso de diseño, combinado con una atenta vigilancia de las tecnologías de producción, han hecho de Komplot Design una de las consultorías europeas de diseño más interesantes. El arquitecto Poul Christiansen y el diseñador Boris Berlin, fundadores de Komplot Design, están convencidos de que «el diseño es un cuerpo intermedio, un eslabón que surge en la tensión en una tierra de nadie: tensión entre arte e ingeniería, entre fabricante y consumidor/usuario, entre diferentes culturas, entre tradición e innovación, racionalidad e intuición, lógica y emoción...» En definitiva, el diseño es una forma de pensar la liminalidad. «La alta tensión entre estas contradicciones polares es la condición para que los diseños funcionen con éxito», concluían.

Durante milenios los humanos hemos utilizado las diferentes variedades de calabaza no sólo para alimentar a los miembros de nuestra comunidad; también han sido botellas, contenedores de alimentos, sombreros, faroles, muñecos, esteras, instrumentos musicales y muchas cosas más. Aquí reside la más fascinante y significativa historia natural de la calabaza: muy probablemente fue la primera planta cultivada en el mundo para ser utilizada como recipiente. Y este hecho daría un vuelco radical a nuestra percepción del mundo natural. Por primera vez en la historia, los humanos no cultivábamos un alimento, sino un objeto.

Hoy más que nunca, los diseñadores necesitamos dejar de extraer para empezar a cultivar.

En muchas leyendas africanas se presenta la calabaza como un recipiente para el conocimiento y la sabiduría. Estos recipientes deben impulsar un discurso del todo nuevo sobre el diseño.

Para recuperar la sabiduría local y la innovación indígena.
Para trabajar de forma sostenible con ecosistemas complejos.
Para borrar las fronteras que existen entre los humanos y la naturaleza.
Para salvar espacios naturales que de otro modo desaparecerán...

Necesitamos cultivar objetos.

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