SUGAAR STUDIO ha presentado la segunda temporada de Fragmentos de Historia Natural, un gabinete de curiosidades que está acogiendo nuevas especies híbridas que habitan tanto en espacios físicos tangibles como en entornos inmersivos virtuales. El hallazgo que ha inaugurado esta nueva temporada es Zinginarri rubescens, un amuleto de fase cero que pretende impulsar una nueva forma de pensar nuestra relación con el planeta y con el resto de los organismos que lo habitan.
Carlos Alonso Pascual, explorador creativo de SUGAAR STUDIO, nos habla de la génesis y la evolución de este singular amuleto.
¿Cómo surgió la idea de diseñar un amuleto?
Muy probablemente los amuletos fueron los primeros objetos simbólicos que diseñaron nuestros antepasados homínidos. En un entorno duro, incierto y sobrecogedor, contar con un objeto que pudiera ofrecer algún tipo de protección frente a las amenazas cotidianas nos hizo cada vez más curiosos, más osados y también más innovadores. Diseñar hoy un artefacto que pueda impulsar la creatividad es un reto fascinante para cualquier diseñador. Durante una investigación sobre los amuletos en el País Vasco, encontramos un objeto exclusivamente femenino que nos fascinó desde el primer momento, el Zinginarri, y pronto empezamos a transformarlo en un nuevo objeto simbólico.
¿Qué es un Zinginarri?
La palabra Zinginarri puede traducirse como "piedra de sangre". El reconocido antropólogo José Miguel de Barandiarán, que fue mi profesor en la Universidad de Navarra, lo describe como «un vidrio rojizo, de forma poliédrica, cuyas facetas son cuadradas».
¿Un poliedro de caras cuadradas? Parece que Barandiarán está hablando de un hexaedro regular, un cubo ¿no?
No lo creo. Barandiarán era extremadamente cuidadoso en sus descripciones. Tanto es así que sus publicaciones todavía constituyen la columna vertebral para entender la cultura tradicional vasca. Si el Zinginarri hubiera tenido forma cúbica, creo que el profesor no habría perdido el tiempo con circunloquios; habría apuntado «un vidrio rojizo de forma cúbica», sencillamente. Pensamos que Barandiarán estaba dibujando un poliedro más complejo, y sin duda mucho más enigmático, que recibe el nombre de cuboctaedro.
Un cuboctaedro es un sólido de Arquimedes, ¿no?
Sí, efectivamente. Al contrario que el hexaedro regular o el octaedro, que son sólidos platónicos, el cuboctaedro es un sólido de Arquímedes, ya que fue precisamente este filósofo y matemático griego el primero en estudiar este extraño poliedro. El cuboctaedro tiene, como el cubo, seis caras cuadradas pero además, como el octaedro, suma ocho caras que son triángulos equiláteros: 14 caras en total. Su principal característica es que la distancia del centro de la figura a cualquiera de sus vértices es igual a la longitud de cada arista. Este enigmático poliedro ha fascinado a un buen número de diseñadores y arquitectos de extraordinaria relevancia. Richard Buckminster Fuller la denominó Vector Equilibrium, ya que es la única forma geométrica en la que todos los vectores tienen la misma longitud.
Un poliedro que, sin embargo, es la concha de un caracol... ¡Suena genial!
Los caracoles han formado parte de la dieta humana desde hace milenios y sus conchas fueron utilizadas como adornos corporales por muchos grupos humanos. Para impulsar la transformación regenerativa de nuestro planeta debemos entender que es necesario diseñar para todas las especies. Por eso hemos creado un amuleto geométrico que, en lugar de ser un cristal de roca inanimado, tiene un origen biológico, es el exoesqueleto de una especie imaginaria de caracol, el Zinginarri rubescens.
¿Por qué un caracol y no otro tipo de organismo?
Los moluscos conforman uno de los grupos más amplios y diversos del reino animal y tienen una larga historia evolutiva. Nuestra relación con ellos evoca historias extraordinariamente inspiradoras que tienen que ver con la lentitud y con la esperanza. «Hijo mío, yo soy una caracola y las caracolas no tenemos nunca prisa», escucha Pinocho, aterido de frío, mientras espera que la caracola abra la puerta de la casa del Hada. Carlo Collodi cuestionó la estructura tradicional de los cuentos de hadas para plantear un viaje de aprendizaje. Nosotros hemos intentado situar este nuevo amuleto en la misma línea narrativa: cuestionar la realidad para avanzar hacia una sabiduría lenta.
Has comentado que el Zinginarri era usado sobre todo por las mujeres.
Sí, el Zinginarri es un amuleto exclusivamente femenino, vinculado con la fertilidad y otorgado por Mari, la Diosa que representa la madre tierra en la mitología vasca.
Muy probablemente, los primeros amuletos fueron objetos naturales encontrados. El más conocido amuleto vasco, el Eguzkilore, es la flor de la Carlina acaulis, una especie de cardo silvestre que crece en las montañas de nuestro entorno. Nuestros antepasados distinguieron esa flor como símbolo solar y le dieron sentido y propósito: ahuyentar los malos espíritus y proteger el hogar. Ahora hemos diseñado un nuevo objeto simbólico que puede ayudarnos a repensar la manera en la que diseñamos y construimos nuestro entorno para mejorar la resiliencia de las comunidades, restaurar la salud del planeta y regenerar los sistemas ecológicos.
Por eso explicabas que habéis diseñado un amuleto de fase cero ¿no?
Así lo denominaba Bucky Fuller. Este carismático diseñador descubrió la importancia de la simetría vectorial del cuboctaedro en 1917 y la denominó Vector Equilibrium en 1940. Dado que todos los vectores tienen exactamente la misma longitud, para Fuller representaba el estado de equilibrio dinámico absoluto, la 'fase cero' de la que emergen todas las demás formas. Pensamos que Zinginarri rubescens podría evocar un nuevo comienzo, el inicio de un lento viaje hacia la ternura, la imaginación y la belleza.
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