La obsidiana es una roca volcánica fascinante. Se produce cuando una lava rica en materiales ligeros —como dióxido de silicio y silicatos de aluminio— se enfría rápidamente con un crecimiento mínimo de cristales. Es un material negruzco, duro y quebradizo que, al fracturar, presenta bordes muy afilados. Gracias a esta propiedad, la obsidiana ha sido ampliamente utilizada por pueblos de todo el mundo para fabricar dagas, cuchillos o puntas de flecha.
Como ocurre con otras rocas con textura vítrea, también ha sido utilizada para fabricar joyas negras a las que se han atribuido propiedades místicas, espirituales o curativas. Los pueblos del antiguo México fabricaron espejos de obsidiana pulida que utilizaban como instrumentos mágicos. Al contemplar las humeantes profundidades de estos espejos, los chamanes viajaban al mundo de los dioses y de los antepasados. Este mundo sombrío ha estimulado siglos de especulación y fascinación. Mirar a través de un espejo de obsidiana era adentrarse en un espacio de reflejos negros que parecía interminable.
El más conocido de todos ellos se encuentra actualmente en el British Museum, y tiene una historia singular. Según cuenta Carmen Martínez en el blog del Nuseo Nacional de Ciencias Naturales, «en el antiguo México los espejos representaban la sabiduría, el conocimiento y el poder». Este espejo en particular fue traido desde México como regalo para el hombre más poderoso de la época, el rey Felipe II de España, que además tenía un gran interés por la magia, el esoterismo y las ciencias ocultas.
El espejo cambió de manos con motivo de la boda del entonces príncipe español con María Tudor, reina de Inglatera e hija de Enrique VIII y Catalina de Aragón. Durante una estancia en Londres, Felipe II conoció a John Dee, un carismático y notorio erudito inglés. El doctor Dee era filósofo, matemático, astrónomo, astrólogo, alquimista, vidente y hechicero, uno de los consejeros preferidos de la reina, y una de la figuras más emblemáticas de su era, un hombre que habitó en la frontera entre las prácticas ocultistas y la racionalidad científica, que entonces comenzaba a tomar forma. Parece ser que Felipe II regaló el espejo a este singular personaje como recompensa por haberle confeccionado la carta astral.
John Dee utilizó este espejo para predecir el futuro, invocar espíritus y hablar con los ángeles. Según algunos, este objeto fue uno de sus instrumentos preferidos; y no es una casualidad, pues seguramente él sabía que en la América prehispánica estos espejos eran utilizados por sacerdotes y reyes para hacer conjuros y, sobre todo, para invocar visiones del futuro. En la mitología tolteca, el espejo de obsidiana puede considerarse como el más importante elemento en el culto al dios Tezcatlipoca, cuyo nombre se traduce del náhuatl como "espejo humeante". A menudo se representa a este oscuro dios con un espejo de obsidiana en el pecho, en el tocado o reemplazando el pie derecho. Mediante estos instrumentos, Tezcatlipoca podía conocer el destino de los humanos.
Yo recordé estos fascinantes espejos con motivo de una muy interesante conversación con el diseñador estratégico y profesor Alberto Barreiro. En un ejercicio académico —explicaba Alberto—, sus alumnos se imaginaban «el yo como utopía» y proponían «cambiar pequeñas cosas en nosotros, para que así acabe por cambiar todo». Su primera idea de diseño fue una página negra que reflejaba su rostro, como si fuera un espejo de obsidiana. Como el mismo profesor apuntaba, su reflexión «tiene más chicha de la que parece».
El espejo negro es una poderosa metáfora para visualizar la transición personal hacia un mundo un poco más bello, significativo, sostenible y responsable. Pero ¿para que serviría hoy un espejo humeante? ¿Puede ayudarnos a explorar escenarios futuros? Volvamos a la entrada de Carmen Martínez: «Los reyes aztecas poseían un espejo de obsidiana de doble cara: por un lado, se decía que el rey observaba en su superficie el comportamiento de sus súbditos; por el otro, los súbditos veían su propio reflejo en el espejo del rey. Era una forma de visualizar la dependencia recíproca entre los ciudadanos y los reyes».
En esta época individualista, irresponsable e insolidaria, necesitamos crear metáforas compartidas que impulsen la transformación. Necesitamos narraciones que nos empujen a explorar, construir y compartir nuevas posibilidades que hagan tres cosas realmente importantes: dar sentido y propósito a la vida de las personas, construir comunidades resilientes y cuidar nuestro entorno natural. Donde triunfan la simplificación, la superficialidad y la medianía, los espejos negros pueden jugar un papel muy relevante.
Necesitamos urgentemente espejos humeantes.
Pero no para que nos muestren una imagen del futuro deseado por algunas corporaciones. Necesitamos estos fascinantes artefactos porque nos permiten reflexionar, reflejar, observar, visualizar o especular sobre los múltiples e interconectados retos que se vislumbran en el horizonte.
REFLEXIONAR
Un espejo humeante es una herramienta conceptual que sirve en primer lugar para reflexionar. La negra profundidad del espejo sugiere que no es suficiente con transitar por la superficie. Debajo de los eventos que vemos en la piel del mundo, hay patrones de comportamiento que responden a ideologías y a modelos mentales que es necesario identificar y conocer para dirigir acertadamente nuestras acciones de diseño. Los diseñadores debemos adentrarnos en las profundidades del espejo y preguntarnos constantemente por el sentido y el propósito de estas acciones. Reflexionar con curiosidad, pasión, creatividad, tiempo y profundidad. Como recompensa, la cercanía con el sentido último de las cosas.
REFLEJAR
Si los espejos de los reyes aztecas permitían visualizar la dependencia recíproca entre la monarquía y los ciudadanos, el nuestro debe mostrar la interconexión, la estrecha relación entre los complejos sistemas globales que configuran los posibles escenarios futuros: sistemas tecnológicos, sociales, económicos, políticos, culturales, ambientales. Cualquier ligero movimiento en uno de ellos afecta al comportamiento de todos los demás. El espejo humeante nos anima a prestar atención a las relaciones, a la interdependencia, a los comportamientos emergentes y a los procesos de retroalimentación que se producen entre todos ellos. Los espejos nos recuerdan que lo importante no son los elementos, sino las relaciones.
OBSERVAR
La palabra espejo procede del latín “speculum” que, a su vez, es un derivado del arcaico verbo latino “specere” que significaba mirar desde un puesto de observación. Pero ¿Mirar qué? Mirar tal vez, como sugería el escritor Alessandro Baricco, los movimientos de los bárbaros que acampan al otro lado del río. «Mirar desde arriba y captar la figura que las innumerables aldeas saqueadas dibujan sobre la superficie del mundo». Baricco no se equivoca, no se trata de añadir accidentes geográficos o asentamientos humanos sobre nuestros mapas mentales. Lo que sucede es que el mapa entero está cambiando. Tal vez ya haya cambiado, y el metaverso vaya a añadir pronto una nueva capa superpuesta que sustituya nuestros paisajes cotidianos por otros radicalmente nuevos. «Creedme: desde arriba es desde donde tendríamos que mirar», nos apremia Baricco.
VISUALIZAR
Nada mejor que un espejo humeante para ayudarnos a visualizar escenarios futuros y compartir cómo puede ser nuestra relación con ellos. El diseño produce maquetas conceptuales, modelos culturales o prototipos físicos que, antes de extenderse por el mundo, nos permiten divisar sus posibles impactos sobre la tecnología, la economía, la sociedad y el planeta. El espejo humeante nos recuerda también que necesitamos sumergir a las personas en escenarios futuros para conocer las conexiones emocionales y cognitivas que estableceremos con ellos. El cuidado cotidiano, la atención, la ternura, el amor, deben dirigir la evolución de nuestras propuestas. Como apuntaba Mauro Porcini —director creativo de PepsiCo—, los diseñadores somos «people in love with people».
ESPECULAR
Sobre todo, el espejo humeante nos anima a especular. Cuando escuchamos esta palabra pensamos en primer lugar en su acepción jurídico-financiera, en las operaciones realizadas para obtener beneficios aprovechando las variaciones en el valor de los bienes o servicios. Sin embargo, especular es también reflexionar sobre algo que no conocemos de manera completa y que nos exige hacerlo desde un plano mucho más incierto. El diseño especulativo no trata de calcular probabilidades, sino de explorar posibilidades en la realidad. Como sostienen Anthony Dunne y Fiona Raby, «si especulamos más, y lo hacemos más extensivamente, la realidad se volverá más maleable. Las ideas liberadas por el diseño especulativo aumentan las probabilidades de lograr futuros deseables».
ACTIVISTAS DEL FUTURO
El espejo oscuro es una inspiradora metáfora para generar, compartir y debatir escenarios futuros a partir de una pregunta realmente poderosa: ¿Qué pasaría si...? What if...?
Como sugería el conocido lema del Cirque du Soleil, «¡atrévete a soñar!».
Nota final: Este apunte recoge alguno de los argumentos que tratamos en la charla-taller que impartí el pasado día 27 de octubre en el Máster en Diseño Estratégico de Productos y Servicios de Mondragon Goi Eskola Politeknikoa, titulada "The Smoking Mirror: A Glimpse into Futures Design". La intervención se enmarcaba en la asignatura de Estrategia de Marca y Producto, impartida por Ester Val Jauregi. ¡Mil gracias por vuestra confianza y hospitalidad!
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