«El equipo de Renault construyó la palabra Twingo combinando el nombre de tres tipos de baile, TWist, SwINg y tanGO».
Con esta curiosa anécdota, el diseñador Iván Leal concluía en Supefluor un inspirador y ciudado apunte sobre la geometría de las palabras. La forma en que los humanos nombramos a los objetos configura de manera decisiva las posibilidades, expectativas y creencias que construyen nuestra relación con ellos. «Hasta un color puede cambiar de color si cambia su nombre», comentaba acertadamente este destacado especialista en narrativa y en experiencia de usuario.
Estos días estamos asistiendo a un interesante proceso para poner nombre a un volcán que ha transformado el paisaje de la isla de La Palma y ha puesto patas arriba el futuro de sus habitantes. Tras varios días de expulsar lava, piroclastos y cenizas, este formidable dragón no tenía nombre. Al contrario de lo que sucede con otros fenómenos naturales, no hay un mecanismo definido para dar nombre a los volcanes. Tajogaite, Tacande, Echedey, Todoque o Cabeza de Vaca son las principales denominaciones que han propuesto geólogos, paleontólogos o antropólogos. No es tarea fácil decidir cuál es el más indicado. Las borrascas como Filomena pasan, pero los volcanes permanecen anclados en los mapas de nuestra memoria.
Precisamente a pocos kilómetros de este volcán, en la isla de Tenerife, el psicólogo Wolfgang Köhler descubrió en 1929 el efecto Bouba/Kiki. En un fascinante experimento, Köhler mostró estas dos figuras a los participantes y les preguntó cuál de ellas se llamaba "Takete" y cuál se llamaba "Baluba".
Como tal vez hayáis supuesto, Köhler encontró una fuerte preferencia a asociar la forma puntiaguda con el nombre "Takete" y la ameba redondeada con el nombre "Baluba". En 2001, Vilayanur S. Ramachandran y Edward Hubbard repitieron el experimento usando las palabras "Kiki" y "Bouba", con resultados muy similares. Este sorprendente efecto sugiere que la forma en que los humanos damos nombre a las cosas no es completamente arbitraria. Asociamos el nombre "Bouba" a la forma redondeada porque la boca hace un movimiento más redondeado para producir el sonido, mientras que se necesita un movimiento más tenso y angular para producir el sonido "Kiki".
La presencia de estos mapeos sinestésicos sugiere que este efecto podría ser la base neurológica del simbolismo del sonido. Un experimento más reciente demostró la asociación del nombre "Lomba" con una marca ficticia de chocolate con leche y "Kitiki" con una marca ficticia de chocolate negro 90% cacao. Sin embargo, la creación de nombres para los productos de una compañía es un proceso mucho más poliédrico que lo que sugieren estos experimentos.
La relación entre el nombre de un objeto y sus características formales y materiales está construida sobre estructuras narrativas y connotaciones simbólicas que siempre señalan ideologías y creencias. Tal vez quien intuyó con mayor acierto esta enriquecedora y compleja relación entre la geometría y la palabra fue el escritor Paul Valéry.
En el libro Eupalinos o el aquitecto (1923), Valéry nos muestra a Sócrates y Fedro charlando sobre las ideas y las enseñanzas de Eupalinos, un arquitecto que, a fuerza de construir, acabó construyéndose a sí mismo. En un momento del debate, Sócrates habla sobre la expresión mediante formas geométricas para concluir con una fuerza arrolladora:
«No hay geometría sin la palabra. Sin ella, las figuras son accidentes, y no manifiestan ni sirven al poderío del espíritu.»
¿Qué geometría tiene este dragón que acaba de despertar? ¿Qué palabras elegiremos para narrar su historia? Diseñar y Designar siempre han sido las dos caras de una misma y maravillosa tarea.
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