«El sonido es una de las materias primas más significativas en la caja de herramientas del diseñador», aseguraba Maya Dvash, curadora en jefe del Design Museum Holon, con motivo de la inauguración en 2017 de la muestra Sound and Matter in Design que exploraba la fascinante y multidimensional relación entre el sonido y el diseño.
Desde hace varios años, muchas empresas estudian la manera de integrar el sonido en sus productos o servicios para ofrecer una experiencia singular, impulsar la relevancia de la marca y permanecer en la memoria de las personas. Tal vez el ejemplo más emblemático sea Harley Davidson.
En el año 1994, la marca norteamericana presentó una solicitud para patentar el sonido de sus motocicletas. Afirmaban que los fabricantes japoneses habían copiado uno de los elementos más distintivos de la marca: el rugido de sus motores. Sin embargo, sus competidores se opusieron a la demanda, argumentando que cualquier modelo que utilice un motor de dos cilindros en V con un solo cigüeñal produce un sonido muy similar. Esta objeción fue estimada y se inició un largo litigio que concluyó en el año 2000, cuando Harley Davidson abandonó finalmente la intención de registrar el sonido de sus moticicletas a nivel federal.
La patente del ronroneo de las Harley Davidson es una leyenda urbana, pero los esfuerzos de la marca demuestran que el sonido es una herramienta extraordinaria para evocar emociones significativas. «Engancha tanto que ya no puedes dejar de pilotar una Harley», comentaba uno de los asistentes a la última concentración celebrada en Madrid el pasado 12 de septiembre.
El sonido de las puertas de los automóviles también está cuidadosamente diseñado para transmitir sensaciones de solidez, eficacia y calidad. «Una de las primeras cosas que experimenta un posible comprador de automóviles es el sonido de la puerta del conductor al abrirse y cerrarse, a menudo dentro de la sala de exposiciones del concesionario. Este sonido le da un sentido subconsciente de valor», explicaba en TheDrive el profesor de música Jonathan Berger.
Berger, que trabaja en el Centro de Investigación Informática en Música y Acústica de la Universidad de Stanford, probaba esta teoría haciendo que los estudiantes de su clase de psicoacústica valoraran las diferentes puertas basándose únicamente en el sonido. Los alumnos afirmaron que los sonidos sordos y suaves, con un sonido posterior de algún tipo (como por ejemplo un "ker-chunk") eran los más elegantes. Otras encuestas en varias universidades han obtenido resultados muy similares: las puertas con un sonido metálico parecían inseguras y endebles.
Esta conexión emocional ha sido muy estudiada por los fabricantes de automóviles. Cada marca cuenta con ingenieros de sonido para asegurarse de que la puerta tenga la combinación perfecta de espuma fonoabsorbente, revestimientos y otros componentes internos, y de esta manera conseguir que los compradores sientan la calidad y la seguridad que se desea evocar. Incluso se modifica específicamente el mecanismo de bloqueo para que haga el sonido correcto.
Yo estaba iniciando mi trayectoria profesional cuando pude comprobar en un proyecto real el poder del sonido en el diseño de productos de uso cotidiano.
Cuando en el año 1990 Javier Bergareche, Director General del Grupo Ufesa, nos invitó a participar en un concurso restringido para diseñar una nueva plancha a vapor, entendimos instantáneamente que el reto que nos estaba proponiendo era realmente ambicioso. Los últimos modelos de la marca habían sido diseñados por Pentagram, el prestigioso estudio británico fundado en 1972 por Sir Kenneth Grange. Además de muchos otros productos extraordinarios y fascinantes, Pentagram había diseñado la serie Europa, una gama de planchas a vapor fabricadas por Krainel, el centro de competencia de la marca Ufesa para el cuidado de la ropa.
En los primeros días de la investigación, cuando procedimos a desmontar una de las planchas Europa, encontramos un detalle sorprendente. El sonido de la maneta de selección de temperatura no estaba producido por el mecanismo del termostato, sino por dos pequeñas piezas añadidas. Este sonido se utiliza habitualmente para evitar que el usuario pueda mover inadvertidamente el termostato y elevar, sin darse cuenta, la temperatura de la suela por encima de lo recomendado para el tejido a planchar: un sonido diseñado específicamente para evitar quemaduras en las prendas. Para que la maneta del termostato de la serie Europa hiciera un sonido que además evocara la precisión y la eficiencia requeridos, se había introducido un pequeño muelle y un perno metálico que, al incidir sobre un anillo dentado moldeado en la zona inferior de la maneta, producía el golpeteo rítmico que mejor respondía a los requisitos planteados.
Los ingenieros de Krainel habían estudiado anteriormente otras soluciones que no implicaran costes añadidos, inspiradas en la matraca o carraca, el instrumento musical de percusión. Sin embargo, el sonido producido por una lengüeta plástica moldeada en el depósito de la plancha no tenía la sonoridad y el tono que se estaba buscando. Otras empresas competidoras utilizaban una simple lengüeta metálica —o un alambre doblado— para producir el sonido, pero esta solución producía un sonido metálico poco agradable y requería un ajuste muy preciso entre la maneta y su alojamiento para que el sonido fuera constante en cualquier posición del giro. Finalmente, esta posibilidad fue también desestimada.
«Según todos nuestros ensayos —nos comentaron los ingenieros de Krainel—, la solución más adecuada es un muelle y un perno metálico». Dos pequeñas piezas cuya única misión es producir el sonido con el volumen, el tono y la cadencia correctos para evocar el rendimiento y la calidad de los productos Ufesa.
Los objetos, incluso los más humildes, hacen sonar carracas para guiar su uso y evocar emociones significativas.
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