30 agosto, 2021

Tres cosas italianas [2]

«Los objetos son nuestro mundo».

Con esta poderosa declaración, Michele De Lucchi iniciaba en 2018 su segundo editorial para la prestigiosa revista Domus. El visionario diseñador lucía una barba larga y canosa que lo hacía parecer un poco mayor de lo que reamente era, pero que destacaba la inusual profundidad de su mirada. En todas sus creaciones había tratado siempre de construir ese valor que se esconde en el secreto de las cosas, en su historia oculta, en ese vínculo entre sujeto y objeto que toma el nombre de diseño, arquitectura o sociedad.

Precisamente el mismo año de mi llegada a Milán, Michele De Lucchi diseñaba, con la colaboración de Giancarlo Fassina, la luminaria que más copias ha vendido en el mundo: la Tolomeo de Artemide. La empresa milanesa llegó a dedicar una factoría entera para la producción de casi medio millón de unidades al año de este exitoso modelo.

El objetivo del proyecto era realmente ambicioso: crear una nueva luminaria articulada que tomara como referencia destacados iconos del diseño moderno como la Anglepoise (George Carwardine, 1932) o la Naska Loris (Jac Jacobsen, 1937). No podía abandonar Milán sin llevar conmigo este fabuloso objeto.

Tolomeo, Michele De Lucchi y Giancarlo Fassina para Artemide, 1986.

Siempre he amado los flexos, particularmente el modelo en color naranja brillante de Industrias FASE —empresa fundada en Torrejón de Ardoz en 1964— que iluminó mis estudios en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Navarra. El flexo Tolomeo llegó para revolucionar completamente el concepto que hasta entonces teníamos de estas luminarias de brazo flexible que permiten concentrar la luz en un espacio determinado.

Para completar la oferta de Artemide, y al contrario de lo que había propuesto Richard Sapper con Tizio (1971), De Lucchi quería crear una luminaria que funcionase con bombillas incandescentes, en lugar de halógenas. Para conseguirlo, decidió no solamente ocultar el cable de alimentación en el interior de la estructura, sino también los resortes. Un sistema aparentemente sencillo que nació de la observación de las artes de pesca tradicionales.

Sketch Number 11, Michele De Lucchi, 1985.

«Cuando se pesca con sedal —explicaba De Lucchi— siempre es necesario sostener la punta de la caña. Así es como funcionan los trabuquetes, las antiguas máquinas de pesca extendidas sobre todo en la región de Apulia, en las que un juego de cuerdas tira de las cañas que se utilizan para sostener la red». La estructura tubular, construida en aluminio pulido, y un inteligente sistema de muelles y cables de acero, estabilizaba la fuente luminosa en la posición deseada.

En las primeras unidades, el cuerpo de la luminaria se fijaba en un disco de fundición de hierro (como en el modelo que aún ilumina mi mesa de trabajo), pero pronto fué sustituido por una base en aluminio pulido. Otros aspectos fueron también modificados en sucesivas ediciones, como la forma de la pantalla o la configuración del nudo central.

De esta manera nació Tolomeo, que en aquel momento no se llamaba así. Fue bautizada la noche anterior a su presentación en el Salone del Mobile. El propio De Lucchi relataba la curiosa anécdota: «Ernesto Gismondi —fundador y presidente de Artemide, recientemente fallecido— hacía una lista de nombres cada año, y Tolomeo parecía el personaje más adecuado para representar a la luminaria, porque era astrónomo y matemático, un nombre que se adaptaba muy bien a la idea de una mente científica».

La luminaria Tolomeo fué distinguida con el prestigioso Compasso d'Oro en el año 1989, y desde entonces ha recibido una gran cantidad de premios y reconocimientos internacionales, como el más reciente Wallpaper* Design Award 2017. Sin embargo, el secreto que hizo de este objeto un rotundo éxito de ventas continúa siendo un misterio, incluso para la sabia mirada de Michele De Lucchi.

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