En 1989 emprendí el regreso a casa tras terminar mis estudios en el Istituto Europeo di Design di Milano. Entre la gran cantidad de bultos que llenaban la furgoneta que habíamos alquilado para la mudanza, viajaban tres objetos imprescindibles. Hoy, 32 años después, siento que aquellas tres cosas marcaron de manera indeleble mi forma de ver y entender el diseño industrial a lo largo de los años. Se trataba de tres objetos sorprendentes e icónicos, diseñados por alguno de los creadores más reconocidos y admirados de todos los tiempos y que forman parte indiscutible del universo material compartido por varias generaciones de diseñadores y arquitectos.
Como apuntaba recientemente Chiara Alessi, «las cosas son concentrados de cuentos, memorias, olores, afectos, transiciones, recuerdos. Cuando perdemos un objeto, perdemos una parte del pasado». En Tante care cose, su último libro, explora este universo de personas, ideas, artefactos e inventos que, de alguna manera, han conseguido cambiarnos la vida y el alma. Esta influyente ensayista y profesora va desplegando, en un imaginario museo virtual nacido durante la pandemia, una espléndida colección de cosas realmente significativas, sin espacio y sin tiempo, que ya pertenecen a nuestra memoria colectiva: la botella de Campari Soda, la suela Vibram de las botas de montaña, la Vespa, el calendario Timor de Enzo Mari para Danese, la luminaria Eclisse de Vico Magistretti para Artemide, el logo de Italo Luppi para Fiorucci, el teléfono Grillo de Richard Sapper y Marco Zanuso para Siemens, la Valentine de Ettore Sottsass y Perry King para Olivetti, la Fiat Panda de Giorgetto Giugiaro, ...
«El futuro —decía Carlo Levi— tiene un corazón antiguo». Al igual que los objetos seleccionados por Chiara Alessi, las tres cosas que traje de Italia forman también parte del arsenal de nuestra memoria para crear un futuro más justo, sostenible y responsable.
Caffettiera Espresso 9090, Richard Sapper para Alessi, 1979.
Tanto mi abuela materna como mi madre fueron grandes amantes del café. Recuerdo sus rituales domésticos de las cinco de la tarde cuando, una vez terminada la tarea en la cocina, charlaban sobre los avatares de la vida frente a una taza de café bien cargado. Mi abuela era partidaria del café de puchero, pero mi madre prefería la Moka, entonces conocida simplemente como "cafetera italiana", que había comprado en el negocio de cacharros y objetos domésticos que regentaba una de sus más entrañables amigas. A pesar de la forma octogonal de la cafetera, las pequeñas manos de mi madre encontraban serias dificultades para garantizar la hermeticidad del cierre a rosca, y también para abrir de nuevo la cafetera y proceder a su limpieza. Necesitaba una cafetera con un cierre revolucionario, mucho más cómodo y fácil de utilizar.
«Quería darle a esta máquina un rendimiento que las demás no tienen». Con estas palabras, Richard Sapper describía la idea que sirvió de punto de partida para diseñar la cafetera espresso 9090 para Alessi. Fabricada en acero inoxidable 18/10, pulido en el exterior y satinado en el interior, esta innovadora cafetera estaba equipada con un mecanismo a leva que permitía cerrar el calderín incluso con una sola mano. Este novedoso cierre evitaba además las peligrosas y entonces frecuentes explosiones debidas al exceso de presión de algunos modelos.
El enfoque riguroso y atento de Richard Sapper sobre el funcionamiento y el movimiento de los distintos elementos queda de manifiesto en su modo de trabajo. A diferencia de muchos otros diseñadores, que dedican la mayor parte de su tiempo a dibujar el aspecto exterior de sus creaciones, Sapper trabajaba sobre vistas en sección. Una diferencia metodológica que tal vez aprendió en el centro de estilo de Mercedes-Benz en Stuttgart, donde trabajó antes de trasladarse a Milán.
El resultado de su colaboración con Alessi es sencillamente brillante. La forma de cono truncado con la base ampliada aporta estabilidad y permite aprovechar mejor el calor. La utilización de acero para el mango en lugar de baquelita evita que esta pieza se degrade con las altas temperaturas. La tapa superior se levanta muy facilmente con un sencillo movimiento del pulgar de la mano que sostiene la cafetera. La boquilla antigoteo tiene un funcionamiento impecable... Todos estos detalles terminaban por configurar un diseño excepcional y atemporal.
La Cafetera Espresso 9090 fue distinguida con el premio Compasso d'Oro en el año 1979 y fue el primer objeto de la empresa Alessi en formar parte de la Colección Permanente de Diseño del MoMA de Nueva York.
Para mi madre, fue un regalo extremadamente acertado que servía de anclaje emocional con las vivencias de sus hijos. Después de las comidas familiares, la sacaba a la mesa envuelta en el aroma de un buen café, con una sonrisa de complicidad y orgullo.
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