09 enero, 2024

Cometas en el aire de Tepoztlán

«Es tiempo de papalotes en mi pueblo. El cielo en Tepoztlán se engalana con navegantes de varita de otate y papel de colores. Cortando el aire como golondrinas se elevan, y un rato después, si se cuenta con la destreza, se suspenden en el cielo sostenidos por el aire, el viento y los jalones del cordel. En un extremo de la cuerda, un objeto; al otro, un chiquillo.»

Esta delicada narración sirve de puerta de entrada a las Contribuciones para una Antropología del Diseño, del diseñador, antropólogo y profesor Fernando Martín Juez. «El objeto -explicaba en 2002- no sólo es materia tangible o una forma más de manifestación física de la cultura; El diseño es también una creencia: un modo de vinculación intangible entre los miembros de una comunidad, entre sus deseos, su pasado y sus proyectos comunes». El antropólogo mexicano reflexionaba con extraordinaria profundidad sobre la manera en que los objetos evocan historias singulares e imágenes colectivas. Los papalotes, como todos los objetos, son algo más que lo que su función describe y su utilidad sugiere. Al igual que una cuchara o una ciudad, son objetos que despiertan actitudes, evocan emociones o sugieren recuerdos.

Lau Haizetara, X Festival Internacional de Cometas, Garaio, Araba, 12 Oct. 2007.

Papalote es una palabra fabulosa que yo no había escuchado antes. Podría pensarse que tiene su origen en los papelotes o desperdicios de papel utilizados para confeccionar las cometas. Sin embargo, proviene del náhuatl papalotl, mariposa. Barrilete, birlocha, chichigua o volantín son algunas de las numerosas palabras que se usan en varios paises de habla hispana para designar estos artefactos que, sujetos con un cordel largo, se echan al aire para que las corrientes lo eleven.

Se dice que las cometas se originaron en China hace unos 2.500 años. Estas primeras cometas estaban hechas de madera e imitaban las formas de los pájaros, pero más tarde los artesanos comenzaron a crear cometas más ligeras, primero con seda y bambú y luego con papel y bambú. Durante la dinastía Tang, la gente fijaba a las cometas unas tiras de bambú que, cuando estaban en lo alto, vibraban y sonaban con la brisa como el Zheng, un instrumento musical de cuerda similar a la cítara. Desde entonces, el nombre popular chino para las cometas se ha convertido en Feng Zheng, cítara de viento. Las cometas pertenecen a esa fascinante y extraña categoría de objetos que cantan para informarnos de su funcionamiento o para deleitarnos. En China la fabricación de cometas es considerada una forma de expresión artística.

Siempre me han fascinado las cometas. Cuando el cambiante verano del norte de España nos ofrecía sus días más nublados, mis hermanos y yo pasábamos horas volando con ellas en la playa de Oriñón. Si había marea baja y el viento no era excesivamente intenso, podíamos aprovechar el enorme arenal para soltar todo el hilo del carrete. Al final de la línea, una diminuta mancha de color nos permitía imaginar fabulosas aventuras mientras sobrevolábamos un mar poblado de enormes ballenas. Carreras, gritos y tirones componían la danza de aquellas horas, siempre atentos a mantener el carrete firmemente agarrado para no perder el preciado artefacto.

Últimamente vengo pensando que los diseñadores no hacemos otra cosa que volar cometas. Hacerlo bien requiere voluntad, constancia y pasión. Para mantenerlas en el aire es necesario conocer los vientos y las nubes, y sentirlos en la tensión y la vibración de un fino hilo que apenas puedes ver. Para componer las más atrevidas coreografías, los ondulantes movimientos de la larga cola o los rápidos picados, es necesario estar atento a la posición, la velocidad y la forma del volantín. Las cometas, como todo proyecto de diseño, son artefactos flexibles que se van adaptando a las cambiantes condiciones del entorno. Si no fuera así, sería imposible que se elevaran en el aire.

Para volar bien, también es necesario disponer de un detallado mapa mental de los accidentes del terreno y estar atento al vuelo de las otras cometas que comparten tu mismo espacio. Pero, sobre todo, es imprescindible tener la visión y el entusiasmo para moverse rápidamente de un lugar a otro.

Es tiempo de papalotes en mi pueblo.

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