14 septiembre, 2006

Abanicos

Sol. Sol de Cádiz.

Sol que huye esquivo de gigantescos ficus para desparramarse entre los cuerpos tendidos en la Playa de La Caleta. Un saxo suena sugerente en alguna dependencia del Castillo de Santa Catalina. Ensayos para un inminente concierto. La plata quieta reverbera con la melodía mientras los niños recorren jugando el perímetro estrellado de la muralla. Alguien recuerda que fué mandada construir por Felipe II tras el asalto inglés de 1596. En este país nuestro todo llega a toro pasado. El saxo ataca decidido un tema de jazz con aroma cubano y parece que encantara al propio sol, que el calor y la melodía jugaran el mismo eterno juego entre las risas de los niños, que el jazz no fuera otra cosa que calor transmutado en sonido.

Al otro extremo de la playa, el Castillo de San Sebastián agoniza traspasado por saetas solares sobre su pequeña isla. Un grupo de gente se detiene sobre el puente que la une con el malecón. Los abanicos dibujan ondas de luz, reflejos solares para ahuyentar el insistente calor de la tarde.

La señorita
del abanico
va por el puente
del fresco río.

Cantaba Paco Ibáñez a García Lorca.

España es un país que se abanica. Mucha gente dice que España no es una marca. Antonio Gala encuentra dos: el flamenco y los toros, y es probable que así sea. Pero para mi temperamento mestizo no hay otro objeto, otro icono que represente mejor a España que el abanico de varillas. Desde El Hierro hasta Menorca, desde A Coruña hasta Cádiz, España se abanica; para apagar incendios, o ahuyentar medusas.

Los caballeros
con sus levitas,
miran el puente
sin barandillas.

Hoy los caballeros no usan apenas abanicos, a pesar de que, según cuentan, en la Generación del 27 los llevaban todos: Cernuda, Aleixandre, García Lorca. Pequeños, para poderlos guardar en el bolsillo, y siempre negros. Una de esas costumbres que se han ido perdiendo. Sin embargo, es difícil entender que, cuando el calor se funde con los sonidos, ningún hombre utilice el abanico. Las preocupantes repercusiones energéticas y ambientales del uso cada vez más extensivo del aire acondicionado y que han movido al parlamento japonés a prescindir de la chaqueta y la corbata este verano, aconsejan ineludiblemente el uso del abanico.

Con un consumidor -hombre o mujer- cada vez más femenino, más informado y más preocupado por su salud y por las repercusiones ambientales de sus acciones, el abanico será sin duda un protagonista destacado de la indumentaria mundial del futuro.

Vicente Aleixandre así lo había visto.

Las damas aguardan su momento sentadas sobre una lágrima,
disimulando la humedad a fuerza de abanico insistente.

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