07 diciembre, 2025

Frank Gehry (1929–2025)

Frank Gehry no fue solamente un arquitecto: fue un escultor del espacio, un revolucionario de la forma, un visionario que demostró que la arquitectura puede emocionar, desafiar y transformar la ciudad. Con su obra rompió moldes y prejuicios: conjugó materiales industriales con formas fluidas, provocativas, casi líquidas, y convirtió edificios en experiencias sensoriales antes que en meros contenedores funcionales.

Desde su emblemático Guggenheim Bilbao Museoa hasta el Hotel Marqués de Riscal en Elciego, pasando por decenas de obras que hoy marcan paisajes urbanos de ciudades alrededor del mundo, Gehry reinterpretó el lenguaje arquitectónico moderno. Sus diseños —danzantes, ondulados, inesperados— introdujeron una libertad radical en la estética de lo construido, desafiando las nociones tradicionales de orden, simetría y ortodoxia del movimiento moderno.

Hotel Marqués de Riscal, Elciego, Álava, 2006.

Pero más allá del impacto visual o mediático, su importancia radica en haber expandido la imaginación colectiva sobre lo posible: mostró que un edificio no tiene que “parecer un edificio”, que puede evocar movimiento, emoción, contradicción, e incluso ironía.

Wiggle Chair, Vitra, 1972.

Frank Gehry trasladó su inquietud experimental también al diseño de mobiliario, convirtiendo lo cotidiano en un campo fértil para la exploración material. Su serie Easy Edges (1972), realizada en cartón ondulado laminado, demostró que un material humilde podía transformarse en piezas resistentes, escultóricas y sorprendentemente elegantes. Entre ellas destaca la célebre Wiggle Chair, convertida en un icono del diseño del siglo XX.

Power Play Chair and Ottoman, Knoll, 1990

Años más tarde, con la colección Experimental Edges, llevó aún más lejos esa lógica de improvisación controlada, creando muebles que parecían dibujados en el aire. En ese tránsito hacia un lenguaje cada vez más fluido y gestual, diseñó también la silla Power Play (1990) en madera laminada, cuyo dinamismo ondulante dialogaba con las curvas arquitectónicas de su obra. Estas piezas condensaban, a escala íntima, la misma voluntad de romper con las convenciones que caracterizó toda la trayectoria de Gehry.

Hoy, al despedirnos de él, no lamentamos solo la pérdida de un creador: celebramos un legado inmenso, una manera de pensar la forma y el espacio que continuará inspirando a arquitectos, diseñadores, artistas y ciudadanos durante generaciones. Su huella es tan visible como sus siluetas curvas sobre el horizonte urbano: pervive en la memoria, en la forma en que miramos sus muebles y sus edificios, y en las posibilidades que nos enseñó a imaginar.

Que la tierra te sea leve, maestro.

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